MIS MASCOTAS MITOLÓGICAS

Hoy vengo a presentaros a las ocho patitas que me acompañan cada día: Apolo y Ménade.

La mitología siempre ha estado muy presente en mi casa ya que a mis padres siempre les ha interesado, especialmente la mitología griega, y como dice el refranero español, “de tal palo, tal astilla”. Por eso, cuando en el pasado cumpleaños me encontré con que mi regalo era la adopción de dos gatitos, supe que esa era mi ocasión para dejar huella en mi familia con algo que siempre había estado tan presente en ella. Además, también soy una apasionada de la historia del arte, otra cosa que también he adoptado de mi familia, por lo que, qué mejor momento que unificar tres de las cosas que más presentes han estado en nuestra vida que este momento. Y, finalmente, aunque la búsqueda de los nombres idóneos para los nuevos inquilinos de la familia se me hizo difícil, opté por llamarles Apolo y Ménade. ¿Por qué? Dejadme que os lo explique…

Por un lado, escogí el nombre de Apolo ya que este es considerado el dios de la música, la poesía y las artes, además de la curación y la medicina. Por ello, y dado que en mi casa somos todos unos apasionados de todas las ramas del arte, y que la medicina siempre ha estado muy presente entre nosotros, supe que era el nombre idóneo para él. Además, también es considerado dentro de la mitología griega, como uno de los dioses más apuestos, siendo un epítome de la juventud y la belleza, otra razón más para otorgarle dicho nombre. ¿Habéis visto los ojitos que tiene? ¿Y qué me decís de esos lunares en la nariz? Para mí, fue amor a primera vista, como si me hubiese clavado una de sus flechas del Arco Dorado aunque sin todo ese dolor que causaban a quienes las recibían.


Por otro lado, el nombre de Ménade proviene de la obra del famoso escultor Escopas, Ménade Danzante. A modo de aclaración, en la mitología, las ménades son seres femeninos divinos estrechamente relacionados con el Dios del vino, Dionisio, también conocido como Baco. Por tanto, se trata de una escultura de figura femenina semidesnuda de pie cuyo rostro se eleva al cielo torsionando su cuerpo en una danza frenética en honor al dios que he mencionado anteriormente. Supe que este era el nombre idóneo ya que cuando la adoptamos, esta era mucho más inquieta, enloquecida y desenfrenada que su hermano, moviéndose y correteando siempre por toda la casa como una loca pero sin perder la elegancia y la finura de una gata en ningún momento.


Sin duda alguna, el mejor regalo de cumpleaños de mi vida.








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